El cine y la ciudad: Brujas

Sigo coleccionando secuencias iniciales de películas en las que una ciudad concreta sea protagonista -no solo un puro marco de la acción, sino un actor principal-, y cuyo director decida que, desde el mismo comienzo de la película, quiere poner el foco sobre ella y ayudarnos a entenderla ahí mismo, en esas primeras imágenes. Hay muchas, muchas películas así; cuando empecé a hacer la lista ya me pareció extraña tanta casualidad, que no es tal, lógicamente, sino un mecanismo narrativo y visual obvio, pero que ha dado grandes secuencias en las historia del cine.

In Bruges (Martin McDonagh, 2008), o como se llamó en España, Escondidos en Brujas, con esa sutil forma de destripar las tramas que tienen los encargados de traducir los títulos en España (hay una tesis pendiente aquí), es una espléndida comedia negra, amarga y dura en muchos momentos, pero en la que, como en casi todas las de su director, los personajes dejan asomar rayos aislados de bondad y esperanza, apenas intuidos, casi invisibles y que no pueden sobrevivir entre tanta negrura y violencia. Los dos protagonistas pasan unos días escondidos, a cubierto de peligros, en la ciudad de Brujas, como un tiempo de purgatorio, en una situación vital de tránsito entre un pecado y una salvación improbable. La ciudad belga se nos muestra en esta primera secuencia ya como a los protagonistas en su desembarco en ella: con esa luz de postal fantasmagórica, y la precisa banda sonora de Carter Burwell de fondo, su primera impresión es de placidez,  pero parece haber en ella algo subterráneo y amenazante, difícil de descifrar si no se manejan los códigos del arte religioso y medieval. Y ya se vislumbra aquí, en la escenografía que la ciudad despliega para recibirles (gárgolas, criaturas mitológicas, sonrisas congeladas, torres tenebrosas), al enemigo que les perseguirá durante toda su historia: la culpa.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Muy bueno!

josemariarincon dijo...

Muchas gracias!