La secuencia inicial de “Rear window” (Alfred Hitchcock, 1954) es en realidad una presentación precisa y sintética de los 2 personajes centrales de la película. Uno, el personaje que interpreta James Stewart, introducido en dos pinceladas, casi al modo impresionista: una pierna escayolada, una cámara rota, fotos de coches de carreras, de modelos, de mujeres… en apenas 20 segundos ya sabemos todo lo que necesitamos conocer sobre nuestro héroe. Y otro, el edificio del Greenwich Village donde se desarrolla la intriga, siempre visto desde la ventana del protagonista. El director levanta las persianas como si levantara el telón y ya nos avisa de que esto es puro teatro. Y en 2 planos generales muy dinámicos, la cámara de Hitchcock -curiosa y mirona como nunca, en esta película que es casi una sublimación del voyeurismo- nos presenta al edificio y a los personajes con una mezcla de humor, humanidad y sofisticación. Conocemos el patio, cada apartamento, sus interiores, sus ventanas y sus habitantes y se despliega así ante nosotros el escenario para la acción.
Poco más de 3 minutos de pura maestría, de cómo narrar mucho con muy pocos elementos. Y el director ya nos ha instalado una idea en la cabeza para que se nos quede flotando delante de la pantalla, antes del misterio que nos irá revelando poco a poco durante el resto de la película: los edificios, como cada uno de estos apartamentos, terminan siendo como las personas que los habitan.
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