La distribución de los pesos

Decía Joan Margarit en este espectacular texto:

“La arquitectura es, fundamentalmente, el arte de la distribución de los pesos. La poesía también lo es, aunque metafóricamente.”

El buen Arte tiene la capacidad de emocionar en primer lugar, y, a menudo, de expresar o condensar lo abstracto que habita dentro del que lo crea, de manera consciente o inconsciente. Todo lo que es inasible, insondable o ni siquiera puede formularse en forma de preguntas y respuesta concretas. Lo trascendente que habita en todo lo intrascendente, las sensaciones que no tienen ni nombre, misteriosas, y que son las que nos mueven y dirigen como un impulso original y primitivo. 

Y dentro de todos los tipos de saberes, de disciplinas y de artes, siento últimamente que la Poesía ocupa el lugar más elevado. Definir, destilar, congelar, perpetuar “el infinito que llevamos dentro” en palabras de Juan Ramón Jiménez, con tan pocos elementos como lo hace un poema (apenas unas cuantas palabras, una estructura formal de pesos -de versos y de rimas- que casi no se ve, como un andamiaje invisible) es una creación sólo al alcance de espíritus elevados muy concretos, tocados por un dedo superior, una chispa singular. También siento que cuanta más poesía lea, mejor arquitecto seré.




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