Alegato por un blog

 
¿Tiene sentido retomar un blog ahora? Puede parecer que no. Es algo pasado de moda, fuera de tendencia. Muchos jóvenes de hoy seguro que ya no reconocen ni la propia palabra: “blog”. Una palabra que resultaba exótica cuando la escuché por primera vez sin entender muy bien a qué se refería, creo que en 2005, y que ahora suena decadente y casi prehistórica. La velocidad, la aceleración a la que se mueve el mundo hoy, afecta a los soportes en los que pensamos, escribimos o dibujamos. No solo la pantalla enterró al papel como medio y soporte principal de nuestras ideas, sino que en el propio medio digital, líquido e inasible por naturaleza, las formas y los medios se suceden vertiginosamente y se derriban unas a otras. Y sí, han pasado 15 años desde aquello, pero hace ya mucho que el blog murió como tendencia. Por eso quizás, ante la falta de reposo y sosiego que sufro cada día (para pensar, para trabajar, para interpretar lo que sucede a mi alrededor), de repente caí en que la solución la podía tener muy cerca: un blog olvidado. No digo yo que de repente vaya a resolver mis problemas y dudas, que me vaya a iluminar las situaciones de cada día en esta profesión esclava y señora; pero quizás me permita reflexionar y divertirme sin la ansiedad que genera la necesidad de responder mentalmente aquí y ahora, en 140 caracteres y en medio minuto, a algunas cuestiones que me interesan o me gustan o me preocupan. Y luego está el placer de compartir, con amigos o desconocidos, los intereses comunes; de una forma más parecida a una charla apacible de bar y menos a una conversación desordenada y gritona, como ahora se resuelve todo. Y también la necesidad de reaccionar, aunque sea íntima y personalmente, a toda esta velocidad inexplicable que nos ciega y paraliza para pensar. Al menos, espero divertirme. Quién diría que escribir tonterías en un blog podía parecerme un gesto contracultural…

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