El cine y la ciudad. París.

Aunque Woody Allen sea un cineasta netamente neoyorquino y sus películas estén tan ligadas a esa ciudad, en los últimos años ha rodado con frecuencia fuera de su Nueva York natal, fundamentalmente por problemas de financiación. Y su recorrido por ciudades europeas ofrece una visión de ellas algo prototípica, casi siempre autocomplaciente, que se manifiesta especialmente en esta secuencia inicial de Midnight in Paris (2011). 

No deja de ser una sucesión de postales, de una París bellamente fotografiada por el genio de Darius Khondjy y que, con la música de fondo de Sidney Bechet, nos dispone como espectadores ante el escenario perfecto para la historia que nos van a contar; una ciudad de sueños, de ensueños, de encuentros artísticos e intelectuales, donde la cultura europea cristaliza de manera especial y que se nos muestra como un epicentro idealizado de creatividad, con ese punto de vista de cierta cultura americana que mira hacia Europa con un respeto reverencial como el paraíso de la historia y el pensamiento sobre el que ellos cimentaron su identidad. Todo intercalado con los clásicos títulos en blanco sobre negro de las películas de Allen. Pese a su convencionalidad en cuanto al lenguaje cinematográfico que emplea, consigue los dos objetivos principales que aventuro que se planteaba: prepara el escenario para la tragicomedia que vendrá a continuación y provoca unas ganas terribles de visitar París con urgencia. 


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