El cine y la ciudad. Roma

Todo en La Dolce Vita (Federico Fellini, 1960)  habla de Roma. Una película que describe casi toda una época de una forma muy heterodoxa, pero que habla especialmente de su ciudad. 

Se podrían elegir muchas escenas que definen a Roma. La cualidad de icónica la ostenta la del baño en la Fontana de Trevi de Mastroiani y Anita Ekberg; es difícil resistirse a todo lo que desprende esa escena mítica y esa trama concreta de la película. Pero a mí me gusta especialmente la escena inicial: un paseo aéreo por Roma, desde la periferia hasta su centro, desde sus ruinas hasta las estructuras de las nuevas construcciones de finales de los 50, desde su clase obrera hasta su élite romana dedicada al dolce far niente. Este comienzo ya deja clara la mirada irónica y singular con la que Fellini analizará a la ciudad durante las dos horas siguientes; ya aparecen aquí sugeridos sus temas principales, la incomunicación, el peso de la religión, la frivolidad contrapuesta a una cierta visión nihilista de la vida. Todo en ella sigue siendo transgresor 60 años después. Una revolución de película.


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