The Wire. Acabo de terminar de ver la
segunda temporada y paso el mono esperando conseguir las temporadas siguientes.
Me consuelo viendo videos en Youtube. Tengo que admitir mi conmoción. The Wire
lleva la forma de narrar inventada por The Sopranos hasta unos límites cercanos
a lo sublime; pero, a diferencia con aquella, aquí no se construye una ficción,
sino una realidad; la precisión en los guiones y en la realización está al
servicio de mostrar la realidad tal y como es, compleja, múltiple, poliédrica.
Todos los puntos de vista son válidos, ninguno prevalece, todos juntos se
acercan, como con tímidez, a construir una visión totalizadora del hombre en mundo
actual que no se intenta imponer, que se propone como una tesis, demasiado
pesimista para ser verdad, pero demasiado bien construida como para no ser
aceptada. Las lecturas de The Wire son jugosas en lo social, en lo filosófico,
pero también lo cinematográfico, en lo estrictamente artístico (remito a este artículo
de Vargas Llosa publicado en El País). Nadie es dueño de su destino, la urdimbre
de la sociedad actual es lo suficientemente densa como para no tener control de
nuestros propios actos, como para tener miedo permanentemente, hasta perder la confianza
en el hombre. Descoloca esta visión tan oscura, deben ser los tiempos que
vivimos.
Sin embargo, la propia materialización de The Wire,
devuelve una cierta esperanza. Esto es lo que la televisón y el cine deberían
ser. “Fuck the average reader.”
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