Arquitectura sólida


Lo sólido no siempre tiene que ver con lo robusto. Puede que lo que aporte solidez no sea algo visible, tangible, medible o pesable. Ni tenga que ver con lo que se percibe a primera vista. Puede que el situarse en un lugar, de manera consciente, asumiendo sus ventajas y sus desventajas, aprovechándote de las primeras y minimizando las segunda; puede que el comprender un lugar en lo físico y en lo geográfico, pero también en sus historias acumuladas y en el rastreo de su pasado, y proyectar en consecuencia, sea la manera de construir un edificio más sólido.

Sigo recuperando e investigando asuntos acerca de la arquitectura vernácula y me encontré hace poco con este texto de Antonio Muñoz Molina en su imprescindible ensayo "Todo lo que era sólido" (Seix Barral, 2013): "En los años de más obsesión por la memoria histórica se estaba lobotomizando la memoria visual de los paisajes españoles, la más frágil de todas, la memoria no de los monumentos aislados sino de la arquitectura popular, la prosa de la vida, la herencia de siglos de adaptación sabia y obstinada a las condiciones casi siempre ingratas, la continuidad orgánica entre los paisajes naturales, la agricultura, la edificación, esa belleza austera que uno solía encontrar en casi cualquier sitio de España, y que no tendría que haber sido incompatible ni con el desarrollo ni con el derecho de las personas a mejorar las condiciones de sus vidas".

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